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EL AGUA
En muchos lugares, abrir el grifo libera un chorro tóxico que llega directamente al vaso o a la ducha. La presencia de algunos de estos aditivos es por causas fortuitas, y los productos tóxicos presentes en el suministro municipal del agua varían de una ciudad a otra. Por ejemplo, en el Medio Oeste de los Estados Unidos, hay niveles elevados de pesticidas (en particular, de herbicidas) debido a las prácticas agrícolas que contaminan el agua subterránea (ello afecta también al agua de los pozos de la zona). En 22 estados donde hay empresas militares privadas, se ha hallado perclorato (el componente explosivo del combustible de los cohetes) en el agua del grifo. En 2008, la agencia de noticias AP difundió un informe en el que se dio a conocer que los centros de tratamiento de agua no podían eliminar todas las trazas de medicamentos (estos llegaron al agua a través de la orina animal y humana). El agua del grifo contiene también elementos contaminantes como el aluminio, el arsénico y el plomo.
Pero esto es solo la punta del iceberg. El cloro, el amoniaco y el fluoruro son vertidos deliberadamente al suministro en las instalaciones de tratamiento de aguas, y se nos dice que todo eso es por nuestro bien. Sin embargo, lo cierto es que esos aditivos son venenos.
Cloro:
Este elemento elimina las bacterias que causan enfermedades, pero crea también numerosos subproductos tóxicos, como cloroformo y trihalometanos.
Según el Dr. Michael J. Plewa, experto en toxicología genética, de la Universidad de Illinois, el agua clorada es carcinógena. “Los individuos que consumen agua potable clorada tienen un elevado riesgo de desarrollar cáncer de vesícula, de estómago, de páncreas, de riñón y de recto, así como linfoma de Hodgkin y linfoma no Hodgkin”.
Amoniaco:
Para contrarrestar algunos de los efectos carcinógenos del cloro añadido al agua, algunas instalaciones añaden también amoniaco al agua clorada con tal de satisfacer los estándares de la EPA. Esto da lugar al agua “cloraminada”. Cualquiera que limpie en su casa sabe que debe evitar mezclar lejía (cloro) y amoniaco; por lo tanto, ¿por qué no se evita esto en las instalaciones de tratamiento del agua? Desafortunadamente, ello crea una variedad nueva de toxinas: peces y reptiles mueren en el agua cloraminada, y los efectos sobre el ser humano todavía están siendo estudiados.
Para empeorar aún más la situación, el agua clorada reacciona con el plomo de las cañerías, liberando otro elemento tóxico al sistema público de agua. En Washington DC, cuando comenzó a añadirse cloro al agua, se descubrió que los niveles de plomo eran ¡4.800 veces superiores al nivel aceptable de la ONU para este metal pesado tóxico!
Flúor:
Exactamente el mismo fluoruro que se añade al suministro de agua en las instalaciones de tratamiento (fluoruro de sodio) se vende bajo un etiquetado diferente como pesticida; así es: para combatir plagas.
El consumo de fluoruro afecta negativamente al coeficiente intelectual, causa infertilidad, ha sido relacionado con el cáncer y provoca el endurecimiento de las arterias. De hecho, un estudio “publicado en la edición de enero del Nuclear Medicine Communications, destaca el hecho de que la exposición excesiva al fluoruro podría ser la causa de la epidemia de enfermedades cardiovasculares que cada año se cobra más vidas que el cáncer. En el año 2008, murieron 17 millones de personas por enfermedades cardiovasculares. Según los autores del estudio: “El nivel de absorción de fluoruro en pacientes con episodio cardiovascular fue significativamente mayor que en pacientes sin episodios cardiovasculares.””
También es importante observar que la inclusión de fluoruro en el agua potable no produce efectos positivos observables sobre la salud dental. De hecho, incluso puede producir fluorosis dental, una sobreexposición al fluoruro con efectos visibles, que abarcan desde pequeñas manchas blancas en el esmalte dental hasta un pronunciado tono marrón.
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